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En el barrio de los intocables en Sari gaon

Sari gaon, intocables

Los intocables y su hospitalidad

Después de nuestra visita al templo Nagraja Ratneshwar y al lago Deoria Tal, nos fuimos a almorzar y descansar un poco. Nuestra dieta consistía en arroz con lentejas o lentejas con arroz, brotes de soja, calabacín y hojas de calabaza.

Por la tarde nos fuimos a pasear, nos encontramos con Negi y nos llevó a una zona del pueblo de Sari gaon donde vivían los intocables.

Sari gaon, Intocables
Niños del barrio de los intocables

Los niños empezaron a salir a nuestro encuentro y saludarnos con esa sonrisa tan linda que tienen y esos ojos llenos de vida. Su saludo era “bye”, “bye”. Las mujeres al igual sonreían mientras lavaban sus ropas en una pila o preparaban la cena. Captó mi atención una niña por su belleza, ojos verdes, tez clara y pelo castaño, tendría unos 7 años y no podía dejar de observar aquel rostro tan bonito y afable.

Caminamos por las calles, si se le puede llamar así, llegamos a una parte del poblado donde Negi se puso a conversar con un señor. Inmediatamente este sacó un tambor y comenzó a tocarlo al mismo tiempo que un muchacho joven se puso a bailar. Me querían enseñar cómo era la danza que hacen invocando a los espíritus. Cuando el espíritu se introduce en el cuerpo de la persona que está bailando le piden favores a éste, sobre todo piden salud o si alguien ha hecho algún tipo de magia negra le piden que rompa el maleficio, para el mal de ojo y muchas cosas más. Mientras el chico danzaba y el señor tocaba el tambor las mujeres de la casa estaban todas en el umbral de la puerta, una imagen que un pintor hubiese aprovechado para llevarla a lienzo. Me acerqué a ellas, sonreían a la vez que sentían un poco de vergüenza, les pedí amablemente que saliesen de la casa y se sentasen junto a mí. Lo hicieron y encantadas se dejaron hacer fotos. El poco tiempo que estuve allí me sentí realmente acogida.

Sari gaon, Intocables
En el barrio de los intocables

Continuamos visitando el pueblo y su pequeño templo. Una señora mayor nos abordó por la calle y le pidió a Negi que por favor le encendiese una vela en su casa, no tenía electricidad, decía que se había caído y de hecho tenía un lado de la cara morada y un poco ensangrentada, le dijo a Negi que su hijo no le había llevado la comida y no había ingerido en todo el día ninguna clase de alimentos. Negi entró y encendió la vela y yo desde fuera pude ver que la casa estaba totalmente negra por dentro y no había muebles.

El día había estado lleno de vivencias, todas ellas nuevas para mí. Disfrutaba cada minuto con la gente de allí, aunque a veces veía la dureza y crueldad de la vida.

Al día siguiente volvimos al barrio de los intocables. Comenzamos a caminar por sus calles, observaba todo, no quería perderme ningún detalle. En una calle nos sentamos en el suelo a la sombra de un árbol para hacer un pequeño descanso, el sol nos estaba machacando.

Desde donde estábamos sentados veíamos un hombre en una especie de tejado terraza, Mayank  comenzó a entablar conversación con él, se sintió muy agradecido que le hablásemos, para él era un privilegio y no dudó en invitarnos a su casa, nos ofreció para comer pepino con sal, chili rojo y una especia llamada masala. Era increíble pensar lo poco que tienen, no dudan en compartirlo.

Sari gaon, Intocables
Sliv Lal preparando el pepino

Se llama Sliv Lal y tiene 52 años, encantado nos relató su vida y contestaba a todo lo que le preguntaba. Nos comentó  que su primera mujer había fallecido hacía 10 años, de ese matrimonio nacieron 3 hijos (2 niñas y un varón, el cual ya está casado y a su vez tiene 3 hijos). Su segunda esposa tiene 32 años y con ella tiene una hija de 10 años, otra de 8 y un varón de 6 años. De profesión albañil, pero no siempre tenía trabajo. Nos comenta que él es feliz pero que por supuesto tiene problemas, resignado decía que qué le iba a hacer. Nos cuenta que tiene 5 hermanas  y todas ellas estaban casadas. Sueña con una vida mejor, pero cree en el destino y sabe que no puede cambiarlo.

Le di la mano para despedirme y se quedó un poco extrañado, no se lo esperaba, pero no dudó en ofrecerme la suya. Su cara y sus ojos irradiaban alegría, estaba contento de que uno de la casta Rajput y una extranjera sin ningún prejuicio habían aceptado su invitación.

 

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